CÓMO COMES TE DEFINE…

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Lo que entra por nuestra boca cada vez que comemos, acabará formando parte de nosotros. Absolutamente todo lo que ingerimos tiene un efecto en nuestro interior y éste puede ser positivo o negativo.

Cada vez que ingerimos comida basura, nuestras células se “ensucian” y se hace más propenso a la enfermedad.

Hemos de ver la comida como nuestra medicina… o nuestro veneno.

Nosotros decidimos si queremos amar y respetar esta maravillosa máquina que nos han regalado para caminar por nuestra vida: nuestro cuerpo.

Tenemos la gran suerte de contar con infinidad de alimentos que nos protegen contra enfermedades que pueden venir de fuera (infecciones) o de dentro (cáncer, autoinmunes, diabetes…), y además son deliciosos. Sólo hay que estar más conectados con la Naturaleza y ver qué regalos nos da: fruta fresca, cereales integrales, legumbres, verduras, semillas, frutos secos, algas…

En cambio, vivimos presionados por una industria alimentaria que nos vende salud dónde sólo hay artificio. Nos engañan (o nos dejamos engañar) y acabamos comprando comida llena de polvitos químicos (como yo llamo a los conservantes, saborizantes, potenciadores del sabor, colorantes…) y materia prima tan procesada que ya no tiene nada que ver con el alimento original. Eso sí, nos prometen sabores atractivos y preparaciones ultrarápidas. Porque, claro, hemos de vivir a toda velocidad, no vaya a ser que malgastemos nuestro tiempo preparando y nutriéndonos con alimentos-medicina.

Comer bien NO es difícil, ni siquiera engorroso. Sólo hay que reprogramar nuestra mente respecto a los alimentos que hemos de comprar y tener un pelín de base de cómo prepararlos. Tan sencillo como eso.

Planta cara al mercado de veneno en forma de comida, toma tus propias decisiones y actúa en consecuencia. Llena tu plato de vida y tu cuerpo responderá como te mereces: con Salud y Energía.

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LAS DIETAS DE MODA

Desde que empecé a interesarme de veras por el mundo de la nutrición y la alimentación saludable, he ido viendo cómo internet se llenaba de información sobre las tendencias: primero el movimiento crudi-vegano, luego más tarde vegano, después muchos se pasaron al “flexivegeterianismo” y más tarde a la dieta Keto, Low-Carb o la Paleo.

En esto de la nutrición, no parece haber un acuerdo, ni siquiera en la literatura científica. Hay estudios con conclusiones en todos los sentidos.

Y yo me pregunto, ¿ha de ser tan complicado comer bien? Uno de los grandes logros de esta moda es que ahora nos preocupamos más por lo que nos llevamos a la boca y además hemos descubierto alimentos de proximidad con grandes propiedades que, hasta ahora, desconocíamos.

Si me preguntáis mi opinión, creo que la alimentación no puede ser una tendencia que nos impongan las celebrities o los gurús. Ha de estar basada en el sentido común, las creencias de cada uno y en la historia de cómo hemos comido durante siglos.

La obesidad y las enfermedades que ahora nos acucian son cosa del presente. Antaño se comía mejor, sin gurús, sin modas y sin superalimentos que cruzan todos los continentes para llegar a nuestro plato.

Se comía alimentos naturales, de proximidad, sin químicos ni manipulaciones.

Redescubramos la Dieta Mediterránea, cargada de verduras, fruta, legumbres, cereales integrales, frutos secos, semillas, aceite de oliva y algo de pescado, huevos, carne magra y lácteos.

Éstos últimos no son imprescindibles, desde luego, pero no todo el mundo desea ser vegetariano y no tiene por qué enfermar si los come en su justa medida y escoge las opciones más naturales.

Dejemos de lado los procesados, el alcohol, la bollería, fritos industriales… porquerías que se nos ofrece a diario y que sí son fuente de obesidad y enfermedad.

No hace falta castigar al cuerpo a base de ayunos, sacrificios, dietas hiperproteicas, milagrosas y desequilibradas.

Usemos la cabeza y comamos como antes comían nuestros abuelos, caminemos a diario como ellos hacían. ¡No hay más truco que ese!

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