Educación como motor de cambio.

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Me llamo Esther, tengo 29 años y dedico mi vida a la educación y a colaborar con una pequeña ONG, Maisha Roots, que lleva a cabo proyectos en Tanzania.

Desde pequeña siempre había tenido claro que quería ser maestra, y aunque no era muy buena en los estudios y no pude entrar en la universidad a la primera, no dejé de perseguir mi sueño; estudié un grado superior de Técnica en Educación Infantil (TEI), y cuando acabé, entré en la universidad para estudiar la carrera de Educación Infantil.

Desde casi el principio de la carrera tenía claro que, al acabarla, quería hacer un voluntariado en África; quería saber como era la educación en otro lado del mundo con muchísimos menos recursos que nosotros.

Una amiga de la carrera empezó a soñar conmigo con el voluntariado, pero empezamos a buscar proyectos en Asia y en América del Sur, aunque no era lo que yo quería. Cuando la fecha se fue acercando, me dijo que no estaba preparada, y aunque dudé muchísimo si tirar adelante sola, sentí que era el momento de hacerlo cómo y dónde yo quería, así que contacté con una chica de Cambrils que había realizado un voluntariado hacía poco, me dio el contacto de otra chica que había estado en Tanzania ese mismo verano, y esta me contó que conoció una ONG de jóvenes que estaban construyendo una escuela, a la que no dudé en contactar en seguida, y casualmente estaban buscando profesores para echar una mano en Arusha (Tanzania) para la apertura del colegio justo los meses que yo tenía disponibles, que coincidían con el inicio del curso escolar en el país.

En enero de 2017 viajé a Tanzania por primera vez, con muchísima ilusión en mis maletas; primer viaje internacional, primer viaje sola, primera experiencia sin acompañantes.

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Los días anteriores al viaje estaba muy nerviosa, tenía miedo, pero de repente el mismo día del viaje me invadió una calma y una paz que me indicaron que había tomado la decisión correcta.

5 años y 6 viajes a Tanzania después, puedo decir que colaborar con la ONG me ha cambiado la vida.

Para mí, trabajar para los demás es algo maravilloso, muy gratificante, aunque es muy importante desaprender algunas cosas y aprender otras nuevas para hacerlo de la manera correcta. Es esencial escuchar, observar y aprender, es primordial verte como un igual y no pensar que tus creencias o ideas son mejores por venir del mundo en el que vivimos.

Es enriquecedor conocer otras maneras de hacer y pensar y siempre, siempre estar abiertas a aprender.

Mi primer viaje a Tanzania lo recuerdo como algo único y con mucho cariño, aunque todos han sido especiales. Cumplí mi sueño de conocer como funcionaba la educación en otra parte del mundo, pero me llevé muchísimo más; he ido aprendiendo que sea en el lugar del mundo que sea, la educación es un motor de cambio, es la base de cualquier transición; puedes dar muchas herramientas a alguien, pero enseñarle cómo usarlas es el mejor regalo que puedes hacerle.

Todo esto, por supuesto, no lo he aprendido sola, ha sido un grupo de personas fascinantes, tanto en Tanzania, como el equipo que trabaja desde aquí, ambos con las mismas ganas de hacer del mundo un lugar mejor para todos y reducir las desigualdades. En los siguientes meses les iré contando como es la vida allí.

¡Nos vemos!

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1 comentario en «Educación como motor de cambio.»

  1. Oh, que interesante y qué labor más bonita! Yo también soy maestra de Educación Infantil y estuve a punto de trabajar en un proyecto para Nicaragua pero finalmente no llegó a realizarse. Siempre me ha quedado esa espinita de haber conocido otra realidad, otro tipo de educación, otra cultura, desde dentro y aprendiendo de y con ellxs!

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