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El retroceso de los derechos fundamentales.

Ya es junio, el calor empieza a mostrarnos en las calles del hemisferio norte ese ambiente más festivo, estival, gente con menos ropa y con los últimos rezagados con la operación bikini, los gimnasios petados de gente. Una vuelta a una “normalidad” en los últimos coletazos que da la Covid y que ya la gente empieza a dejar esta pesadilla de confinamiento atrás como un mal recuerdo. Las calles se visten de colores, la gente se comienza a desvestir, pero tampoco hay un clima que nos diga que a unos pocos kilómetros de aquí (me refiero a Barcelona, donde estoy yo situado), en la misma Europa, hay una guerra.

¿Es que la misma Covid nos ha dejado inmunes al bienestar del otro?

En fin… Bueno, volvemos al tema de este espacio: el mundo LGTB+. Si lector ya se habrá dado cuenta de que aquí escribo de los que estamos en la acera de en frente.

Pasó el Día Internacional contra la LGTBI+fobia, es decir, contra la lesbofobia, homofobia, transfobia y bifobia y todas las manifestaciones de odio hacia la diversidad afectivo-sexual y de género, que se celebra el 17 de mayo. Y fue en este día de 1990 que la Organización Mundial de la Salud retiró de la lista de enfermedades la homosexualidad. Cosa curiosa ya que el 15 de diciembre de 1973 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría retiró la homosexualidad de su manual de trastornos mentales.

Venga, que todos los cambios se han producido bastante lentamente.

Como era de esperar much@s se estarán preguntando:

¿Pero qué celebráis el 28 de junio?

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Ese día aproximadamente es el PRIDE (Orgullo) y es la conmemoración de la revuelta en 1969 en Stonewall, NYC, que marcó la lucha por los derechos del colectivo. Desde allí que en diferentes países se organizan marchas de visualización del colectivo, en algunos se produce en un ambiente más festivo con mucha música, carrozas similares a un carnaval, en otros y la gran mayoría en un movimiento social de demanda de derechos. Porque esta vez el título de esta columna ha sido “El retroceso de los derechos fundamentales”, la respuesta se refleja en la caída de España en el Ranking Europeo de derechos LGTB+, de estar en el segundo lugar en 2011, hoy en la undécima posición en el ranking de derechos LGTBI+ de ILGA Europa.

El ranking anual realizado por ILGA-Europe que clasifica la situación legal y política de las personas LGBTI en 49 países europeos durante los últimos 12 meses, sitúa a España en el puesto 11 de una clasificación que lideran Malta, Dinamarca y Bélgica. La entidad lamenta, en su comunicado, que «como viene sucediendo en años anteriores», España esté mostrando «una tendencia descendente”. El relajamiento en cuanto a políticas viene del pensamiento por mucho generalizado que con un matrimonio igualitario ya está todo hecho.

Pero la verdad es que NO.

Los discursos de odio, así como el levantamiento de la ultraderecha en España, han hecho dudar si nuestras autoridades están a la altura de detener los ataques al colectivo. Marchas permitidas en Madrid, por ejemplo, donde grupos ultraderechistas caminaron por el Barrio de Chueca, con sus consignas e ideologías que ponen bastante en duda las supuestas leyes anti homofobia y no solo eso también es preocupante estos levantamientos para otros colectivos. El número de agresiones relacionadas con delitos de odio lleva varios años creciendo en España. Entre 2013 y 2019, aumentaron un 45%, según los datos que recoge el Portal Estadístico de Criminalidad del Ministerio de Interior.

Aún no hay datos para 2020, pero en los tres años anteriores se había observado un crecimiento, impulsado sobre todo por los hechos relacionados con la ideología, el racismo y la xenofobia. Los primeros se duplicaron entre 2014 y 2019, y los segundos habían crecido casi un 20% en el mismo periodo. Samuel fue asesinado al grito de “maricón”. Las 13 personas que presuntamente acabaron con su vida en la madrugada del sábado a base de golpes lo hicieron, según explica su entorno, por su orientación sexual.

No solo Samuel, la lista lamentablemente no deja de crecer, la gran mayoría de estos actos ocurren en la calle, donde lo más vergonzoso del asunto es el efecto “cómplice” donde muchos hacen la vista a un lado. Los otros ataques se producen en internet, incluido en ellos personas que se crean perfiles en redes de ligue con el fin de buscar su próxima víctima. Las denuncias que se hacen a la policía son mínimas, se estima que una de cada 10 agresiones es informada, él porque, por muchos de los afectad@s dicen que nadie hace nada y es peor el proceso de denuncia.

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Otras personas en esta misma situación no ven amparo en las leyes, ya que cuando la situación se toma realmente en serio la víctima incluso ya ha perdido la vida.

¿Está nuestro sistema judicial, nuestras policías nacional, autonómica y local preparados ante este tipo de delitos de odio?

Saliendo de nuestra comodidad social que se ampara en algunos derechos conquistados bajo golpes, sudor, lágrimas y muchas perdidas (humanas) en el camino. Vemos el plano mundial. Titular del Diario.es: “El mapa de la homofobia: uno de cada tres países castiga penalmente las relaciones homosexuales, once con la muerte” Aunque se sabe que la homosexualidad en varios países la pena de muerte se ha derogado, lo preocupante es saber como el acoso sigue, que much@s de nuestro colectivo por la presión social se han suicidado y que los datos de suicidio adolescente su causa es no ser heterosexual.

«Criminalizar las relaciones sexuales es irracional, arbitrario y manifiestamente inconstitucional». Con estas palabras, leídas por el jefe de la Corte Suprema, Dipak Misra, se anunció la derogación de una norma promulgada en 1861 que criminalizaba las relaciones homosexuales en uno de los países más poblados del mundo, India. En el mundo hay 194 Estados reconocidos por la ONU, de los cuales 31 de ellos tienen ley de matrimonio igualitario.

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Camino por recorrer, aun mucho… ¿Pero más allá de las leyes, ¿cómo concebimos la pluralidad y diversidad dentro de nuestras casas, en nuestro trabajo, en nuestro día a día? Pensamos que nuestros comentarios, acciones y el no hacer nada, nos convierte también en cómplices de manifestaciones de odio. Aquí no solo pensemos en el colectivo LGTB +, sino también en la pluralidad religiosa, étnica, económica, personas con capacidades diferentes, etc.

¿Todo tiene que pasar por una Ley, o somos nosotros mismos que podemos dar un nuevo paradigma comprendiendo que tod@s somos tan diferentes como nuestro número de identidad?

Feliz verano, Feliz Orgullo

PD: Con Amor

Miquel Claudì-López

@miquelclaud31

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