Comienzo este artículo con el atrevimiento a pronunciarme con algo personal y la oportunidad de rendir homenaje a mi compañero de vida con el cual un mes de agosto de hace 34, decidió tomar mi mano y caminar a mi lado. 

Es curioso como actúa y nos motiva el amor en todas las facetas de nuestra existencia. Y os preguntaréis que tiene que ver todo esto con el ARTE siendo esta sección dedicada a ello. 

El arte también nos acompaña durante muchos años, me atrevería a asegurar que incluso compartió un espacio junto a nosotros los artistas, desde ese lugar mágico que es la cuna materna. Con esto estoy segura de haber experimentado, vivido y soñado a través de unos ojos algo más creativos que algunos otros y contar con la oportunidad de expresarlo a través del lienzo. 

Sentir amor no es algo que contenga exclusividad hacia otros seres vivos. Sentimos también amor o cariño por algunos objetos y lugares, pero os aseguro que se puede sentir amor por tu profesión, sobre todo si le dedicas tiempo a algo tan maravilloso como es crear. 

Y la escena puede ser tan romántica o más que cualquier pasaje cinematográfico porque en mi caso al menos lo vivo así… 

La inquietud ya me aborda desde primeras horas de la mañana y es que en la tarde antes llegó al estudio un embalaje con algunas pinturas que me faltaban y un nuevo lienzo de grandes dimensiones. Llevo meses estudiando para la nueva obra, los bocetos dispersos aquí y allá del estudio, pruebas de color y composición y un no cesar de recrear en la mente el posible resultado final y sostengo, que hacerlo es imprescindible pero también imprevisible. 

La siguiente fase es la preparación de todo lo necesario. Con sumo cuidado, se prepara el médium, los pigmentos, grafitos, trapos viejos y situar el lienzo sobre el caballete ante una buena luz, preferentemente natural, porque es necesario mimar los detalles

Y a partir de ahí comienza todo, este ritual me sitúa ante el blanco y desnudo lienzo y es entonces cuando te empiezas a enamorar, es en ese instante, entre júbilo y expectación cuando el corazón comienza a cabalgar, el lápiz a dibujar bajo el hechizo de ese compás y sabes que mano, corazón y mente caminan en la misma dirección. ¿Os suena?

Existe un diálogo interno y constante durante todo el proceso creativo, como ese enamorado que pasa horas conquistando a su amada. 

El lienzo me conoce, me escucha, a veces sufro decepciones pues como en el amor, no siempre se acierta, entonces caes, te levantas un nuevo día y prosigues. Y es entre trazos finos y gruesos, pinceladas ligeras y a veces pausadas cuando la obra empieza a tomar forma. 

No puedo apartar la mirada de su superficie y la pinto en sueños, deseo alargar ese momento porque no quiero que llegue el final. Y el final siempre le llega como el ocaso al día y es continuamente inquietante, firmo la obra y con este último acto se congelan todos esos momentos vividos. 

Jamás la olvidaré pues desde el inicio soy parte de ella, y aunque sé que ahora otro lienzo ocupará de nuevo mi tiempo, llegaré a sentir desde el comienzo el mismo proceso, será un nuevo rumbo, un futuro lienzo, pero él me conoce y sabe que volverá a enamorarme. 

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