Adictos, ¿Peligrosos o en peligro?

Adictos, en mi visión uno de los grupos más desafiados en esta pandemia ha sido el de los jóvenes. El incremento de casos exponencial en Argentina me hace pensar en la globalización de este problema.

No cualquiera “puede ser adicto”

Entre las condiciones se encuentran la necesidad imperiosa y no control del límite y hábito de consumo, poseer un IQ superior a la media y una sensibilidad exacerbada.

Adicionalmente las estadísticas indican que el 80% ha sufrido alguna forma de abuso emocional en su infancia. Amerita una sencilla explicación de este circuito que es común a todo consumo no saludable.

A la persona muy sensible los dolores del mundo a veces le resultan intolerables y no encuentra la forma de manejarlos.

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Opta por anestesiar las emociones; y es igual el patrón para «work aholic», juego, sexo compulsivo, consumidor excesivo de comida o alcohol, sustancias químicas, tecnología.

Normalmente una personalidad adictiva toma más de un patrón y al sanar emociones lo hace como en capas de cebolla donde la más visible es la ira, debajo la tristeza, luego la alegría y finalmente el amor.

Trabajé, estudié y viví como paciente primero y terapeuta al recuperarme y graduarme en una institución holandesa para recuperarme de relaciones tóxicas, adicción al trabajo, y al emigrar tuve recaída por consumo harinas y azúcar que aún gestiono recuperar.

Esta comunidad terapéutica tiene la particularidad de no administrar drogas sustitutas (ej. Metadona) sino que el adicto se hace responsable de su propia recuperación al redefinir propósito de vida, cambiar a una alimentación saludable, trabajar su conciencia corporal (el joven adicto no habita su cuerpo), reaprender formas más transparentes de vincularse, deportes, arte, bioenergética y meditación.

Hay en estos jóvenes dos ejes:

La pérdida del sentido de la vida y el sentir que no son merecedores de amor.

Por eso, la base primordial de la recuperación es restablecer la confianza que le permitirá reconstruir su seguridad ontológica, es decir, su ser en el mundo, sin la cual les es imposible actuar y habitar el mismo universo social con otros seres humanos.

La confianza es una condición fundamental para la acción.

La confianza en sí mismo y los otros se desarrolla en conjunción con la formación de un sentido interno de confiabilidad, que provee posteriormente una base para una identidad estable.

La autoconfianza es la base primordial del amor propio y en estos jóvenes está seriamente “averiado”

La salida claramente es “hacia adentro”.

Facilita y acelera la recuperación que su entorno familiar, equipo inter disciplinario y amigos “no del consumo”.

Jamás se rindan y apuesten 100% a brindarle confianza y optimismo, aún en recaídas.

Es la misma energía empleada en dirección opuesta: construirse o destruirse.

Al reconstruir su personalidad se destaca en cualquier ámbito en que decidan actuar, son brillantes.

En casos severos el aislamiento, vía internación. busca una desconexión total con el modo de vida que había dado lugar al consumo, y de esta forma,  facilitar la introspección.

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He visto transformar a partir del auto respeto recuperado; estilos de vida, profesiones, hábitos de vestir, de comer, de expresarse, gestión del tiempo, y muchos logros más en jóvenes que luego de atravesar “el infierno de la abstinencia” recuperan  su alegría, creatividad, potencia y motivación.

Por esto mi mensaje y convicción es de que siempre se puede redefinir el proyecto y, cuánto antes. menos costoso es para el joven.

Aceptar y reconocer que está teniendo dificultades con su cotidianeidad y que el consumo es una enfermedad de la que es posible liberarse con autodeterminación es el inicio del camino a la salud.

En una sociedad que no les ofrece certezas existenciales, es la familia y amigos que no consuman, quienes lejos de juzgar, negar o recriminarle, tienen que hacer un equipo muy sólido y amoroso que aliente y amplifique el potencial sano del joven.

Reaprender el cuidado de sí y el cuidado del otro en un sentido muy cercano al analizado por Focault (1996) en torno a la categoría de “parresia“(retomada de la antigüedad griega clásica).

Parresia, etimológicamente significa decirlo todo. No obstante, no significa exactamente eso, sino más bien la franqueza, la libertad, la apertura que hacen que se diga lo que hay que decir, cómo se quiere decir y bajo la forma que se considera necesaria.

Decir aquello que se piensa, pensar aquello que se dice, hacer que el lenguaje se corresponda con la conducta, esta especie de compromiso está en la base de la parresia.

Y son la base fundamental del trabajo integrador de recuperación para el joven y su familia.

La conciencia que la palabra labra,

que aquello que se “invoca” saliendo de la propia boca,

 la palabra como energía, frecuencia y vibración

 que al emitirla crea “mundos”,

reflejan lo interno y la realidad en el entorno del joven.

La física cuántica lo confirma.

A partir de este compromiso, este acto de confianza, esta promesa, esta escucha, esta búsqueda de sintetizar lenguaje y conducta surge un modo subjetivo, una forma de relación del joven consigo mismo que pone en el centro a la alteridad.

La parresia permite hacer coincidir nuestros pensamientos con nuestras prácticas, pero solo en la medida en que es acción sobre sí junto con otros.

La reorientación moral, la transformación radical del yo, solo se hace posible a partir de un simultáneo trabajo sobre los otros.

El cuidado de sí mism@ es al mismo tiempo, cuidado de los otros. Las bases de recuperación óptima, en mi experiencia son: espiritualidad, corporalidad, relacionamiento y fuertes redes de afecto en equipo con los profesionales de salud.

A lo largo de mi labor he sentido múltiples brillantes sensaciones con jóvenes que redescubren han nacido para triunfar y materializar sueños al vivir con una misión que es su pasión.

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Está disponible para todo aquel dispuesto a volver sobre sus pasos. Viene a mi alma D., joven inglés adicto extremo a la heroína que escapó a punto de culminar su tratamiento.

Todo el equipo estaba agotado de sus cuestionamientos, recaídas y etc.

Y todos coincidimos cuando se fue que nos habíamos rendido sobre él. La novia sueca, hoy esposa, al enterarse del abandono del tratamiento, lo buscó hasta encontrarlo en un suburbio; a fuerza de amor, obró de ángel rescatista.

Recibir un mail y saberlo sobrio, en familia con ella, siendo enfermero supervisor con un equipo a cargo en un hospital británico de renombre, años después fue uno de los mejores regalos profesionales que atesoro.

Hasta el monstruo peor se calma o retira con la dosis de amor adecuada,

 y algunos jóvenes hoy requieren de dosis extras.

Se puede salir de la amargura del consumo problemático y el Amor siempre es la cura.

A brillar imparables, que tienen el poder de concretar todos los sueños. Elijan sin obstáculos, perturbadores en la maravillosa y llena de lindas exploraciones como lo es la etapa de juventud.

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